viernes, 18 de noviembre de 2011

EL SINDROME BURNOUT

En este último tiempo, y como consecuencia del ritmo de vida actual, han salido a la luz nuevos términos que si bien no denotan enfermedades nuevas, las han hecho emerger en un grado más evolucionado, y  progresivamente han ido impactando en la calidad de vida de los seres humanos. Tal es el caso de este síndrome BURNOUT, el cual se produce como consecuencia del estrés crónico.
Si bien se han publicado muy pocos estudios sobre las consecuencias de éste en los anestesiólogos, sería imprudente considerar a esta especialidad como poco plausible de ser alcanzada por este mal que se nutre principalmente del estrés y el desgaste profesional.
En este punto entonces podríamos definir “burn out” (o síndrome de estar-quemado) como una respuesta al estrés laboral crónico que ocurre generalmente entre los profesionales cuyo objeto de trabajo son personas,  presentando tres componentes esenciales: agotamiento emocional, despersonalización y falta de realización profesional. Este síndrome está cobrando cada vez mayor protagonismo, repercutiendo directamente en el ámbito familiar, social y laboral, y si bien no existe una causa precisa para su aparición, en situaciones similares algunos profesionales lo desarrollan y otros no.
Inicialmente se  manifiesta gradualmente, mediante un proceso continuo: al principio el individuo experimenta  estrés debido a que las demandas del trabajo exceden sus recursos físicos o emocionales; más tarde se manifiesta el nerviosismo con síntomas de tensión, fatiga e irritabilidad y, finalmente, aparece el aislamiento emocional y social, el cinismo y la rigidez en el trato con los pacientes y compañeros de trabajo, etapa en la que ya es clara la expresión del desgaste.
La Anestesiología es una de las especialidades en donde la ansiedad y el estrés laboral se presentan con mayor frecuencia, dadas las características  del entorno donde se desarrolla la actividad laboral  (el quirófano), como el inadecuado descanso que provoca la autoexigencia y la sobrecarga de trabajo.

Factores de Estrés en el Anestesiólogo:
El Dr. Gustavo Calíbrese en la guía de prevención de la CLASA, nos habla de diferentes factores que pueden influir en la generación del estrés en el anestesiólogo:
Los factores personales: que se vinculan por un lado a desajustes de las expectativas altruistas, profesionales y sociales del anestesiólogo, sumado a la potenciación de una personalidad que desarrolla un rol protagónico en su ámbito de trabajo, con una valoración de la personalidad "sobre calificada", que muchas veces se sienten "dioses blancos" resistentes a la fatiga, invulnerables, sin limitaciones, con grandes expectativas y con fuerte compromiso laboral, no apreciando los efectos adversos de una vida estresante.
Los factores profesionales: que se vinculan por un lado al perfil del tipo de trabajo, que se caracteriza por alta responsabilidad en cuanto a la seguridad del paciente, vigilancia sostenida, manejo de pacientes críticos, manejo de pacientes complejos, decisiones de emergencias y enfrentamiento con la muerte (en definitiva en estas situaciones se "transforman emociones naturales en emociones estresantes").
Los factores ambientales; que se vinculan a una infraestructura laboral inadecuada y a un hábitat laboral intenso, que desarrollan en general un clima  rutinario, competitivo y por momentos hostil; y donde las relaciones interpersonales tanto entre médicos, enfermería y resto del personal suelen ser inadecuadas (en el cual se percibe como un fracaso estar cansado, aun cuando en realidad la falta de sueño y de la fatiga crónica acumulada son moneda corriente).
Por otro lado la modalidad laboral es un factor de importancia como generadora de estrés, ya que el anestesiólogo esta inmerso en una cultura laboral de "Alta Presión", con presiones de alta productividad, competitividad y criterios de calidad, sumado en general a calendarios inapropiados con exceso de horas de trabajo tanto diurnas como nocturnas.


En este cuadro situacional, comienzan a salir a la luz una serie de consecuencias no deseadas tanto en  el ámbito personal, donde comienzan a aparecer reacciones físicas y trastornos de conducta que suelen desencadenar diferentes tipos de adicciones;  como en el ámbito familiar, donde se exteriorizan actitudes de aislamiento, sentimiento de culpa, reproches por el exceso de trabajo y laboral; o el simple desinterés en la actividad laboral.

Síndrome de "Burnout"
El Síndrome de "Burnout", se considera la fase avanzada del estrés y el agotamiento profesional. Es un mal invisible que afecta y repercute directamente en la calidad de vida, provocando fundamentalmente despersonalización y baja realización personal entre los individuos que trabajan con personas.
Los síntomas específicos habituales son básicamente psicosomáticos, modificando sensiblemente la conducta de las personas en todas sus facetas y aportando sólo consecuencias negativas: adicciones, irritabilidad, insomnio, fatiga crónica, disminución en la capacidad de trabajo, la concentración, etc.  
Ahora bien, teniendo en cuenta que los anestesiólogos (al igual que todo trabajador de la sanidad que se vincula directamente con otras personas) se encuentran dentro de los grupos de riesgo de padecer este mal, encontramos que la mejor forma de combatirlo es mediante la PREVENCIÓN.
Así, las acciones para reducir el estrés deben dar prioridad a una combinación de acciones que promuevan un cambio organizacional (que mejore las condiciones del trabajo) conjuntamente con un cambio actitudinal para manejar mejor las situaciones de estrés, teniendo en cuenta que éste siempre trae consecuencias negativas sobre nosotros mismos.
El estrés en el anestesiólogo debe tratarse como cualquier otra enfermedad, en tanto que si no se le da una entidad real y concreta, no se la puede diagnosticar y percibir objetivamente.
Es importante para la prevención de esta enfermedad, saber que existe en nuestro ambiente de trabajo y tener en cuenta sus consecuencias. Por lo tanto se debe educar al personal del área quirúrgica sobre el estrés y sus manifestaciones, como también se deben promulgar contratos de trabajo en los que se prevea este síndrome y sus posibles soluciones para enfrentar este problema que está cada vez más latente entre los anestesiólogos.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La Gestión de la Salud Pública

Mucho se ha hablado sobre la Salud en este último tiempo; sobre todo teniendo en cuenta que estamos en tiempos electorales, hecho por el cual los temas “de Estado” toman mayor notoriedad y hacen renacer debates, ideas y frases hechas, que en muchos casos nunca coinciden con el paradigma sanitario del cual somos parte y objeto.
Como hicimos en el número anterior de esta revista, vamos a desarrollar en esta columna, un tema que pueda ser sometido a la discusión con ideas; al debate que aporta y contribuye al proceso evolutivo que necesitan todas y cada una de las cuestiones sociales; y como corolario central vamos a darle a La Salud un estatus general que nos permita posteriormente entender cada uno de los factores que actúan sobre ella.

La Salud es un término que tiene que padecer las consecuencias del polisemismo (palabra que tiene muchos significados), por lo tanto la primera tarea para abrir el debate, va a ser partir de la significación más ordinaria que se le otorga a este término, para poder unificar el lenguaje de la discusión. El término “salud pública" no tiene un significado unívoco, y es muy posible que no llegue a tenerlo en el futuro inmediato, pues es el producto de procesos sociales de legitimación, sujetos a su vez a diferencias y conflictos entre los individuos y los grupos humanos.

Así, procedo a abrir el debate con una pregunta elemental: ¿se puede alienar el concepto de Salud Pública para gestionarlo diferencialmente en el espectro estatal o en el privado?
Si rastreamos en la historia, vemos que la noción de salud pública ha estado ligada, durante muchos años, al control de la enfermedad orgánica (especialmente de tipo infeccioso), hecho que representaba un serio problema para la sociedad del momento. Esta situación puede ayudarnos a comprender por qué el control de las enfermedades constituyó el centro de atención de las discusiones e intervenciones de la “salud pública” durante los siglos XVIII, XIX y principios del XX.
Sin embargo, este bienestar colectivo que se perseguía, y que en muchos casos fue criticado de utilitarista por centrar su atención en el hombre como herramienta elemental del motor productivo; dio el puntapié inicial al planteamiento sanitario de  interés organicista y fisiopatogénico de la naciente noción de Salud Pública.
El término Salud Pública propiamente dicho va a tomar significado como tal en plena revolución bolchevique, donde se establecerían tres principios básicos: unidad de la organización, participación de la población en la totalidad del trabajo de protección de la salud y medidas profilácticas.  A partir de aquí, este concepto fue exportándose a todo el mundo occidental y tomando características propias en cada medio donde se aplicó el concepto universalista de la salud.  
Ahora bien, lo que se intenta dilucidar con esta introducción es la idea de la Salud como un derecho adquirido, más allá de las connotaciones mercantilistas que se le fueron dando desde finales del siglo XX, donde los procesos económicos y políticos generaron un fuerte impacto sobre la forma de entender la salud humana (En muchos países, la práctica de la salud pública ha asumido la forma de ocupación/profesión liberal, desarrollada en el seno del “sector de la salud", sujeta al principio de la división técnica del trabajo y a las leyes de oferta y demanda del mercado laboral).
No es el espíritu de este artículo hacer un repaso histórico de la evolución de los servicios de salud, sino más bien, poder entender que la Sanidad es una construcción social que se articula en todo el tejido social, por lo que es interdependiente de la coyuntura política de la cual todos formamos parte. El hecho de que en la actualidad se haya diversificado la gestión de los servicios prestadores de salud, no debería ser un conflicto para los beneficiarios. La forma en que se materialice el servicio (estatal, privado o mixto) debería ser el resultado de la mejor manera de abordar al paciente, y no a la inversa; por lo tanto la búsqueda debería orientarse hacia la eficacia del servicio y no tanto a la eficiencia del prestador.


Hoy la mirada se esta desviando a partir del análisis del costo-beneficio de un servicio vital para los seres humanos, y de esta manera se pierde de vista no sólo el objetivo central sino también la visión de cómo se desarrolla equilibradamente en cada uno de los resortes  de su engranaje.
Si partimos del concepto de que todos somos parte de una estructura social, donde existe un Estado encargado de garantizar la vida y por ende la salud, somos todos los que responsablemente debemos actuar para que los deberes de todos se transformen en Derechos Universales.